El síndrome de fibromialgia se caracteriza por la presencia de dolor crónico generalizado como síntoma central y una variedad de síntomas somáticos y psicológicos asociados, como fatiga, trastornos del sueño, trastornos cognitivos y síntomas depresivos. La prevalencia en población general es de un 2-4% y es entre 2,3 a 13,7 veces más frecuente en mujeres que en hombres. La carga económica asociada a la enfermedad es sustancial y la pérdida de funcionalidad tiende a ser constante.
La Fibromialgia y la enfermedad mental están estrechamente asociadas entre sí. Esto genera controversia en el ámbito del diagnóstico, la fisiopatología y el tratamiento, y, si bien muchas veces parecen condiciones inseparables, lo que hay de fondo es una alta comorbilidad .
Un claro ejemplo de esta comorbilidad es la alta tasa de Trastornos depresivos (cercana al 20%) en pacientes con diagnostico de Fibromialgia. Asimismo, el Trastorno de ansiedad generalizada es cinco veces mayor en pacientes con Fibromialgia que en la población general. Se pudo diagnosticar TEPT en el 45,3 % de los pacientes . Los trastornos de personalidad (TP) podrían diagnosticarse en el 8,7 % – 46,7 % de los pacientes. La mayoría de ellos eran tipo «C» obsesivos o evitativos. La fatiga al despertar acompaña a estos pacientes en más del 90% de los casos. El sueño tiende a ser liviano y no reparador. Las alteraciones cognitivas y los fallos de atención son también comunes.
Los aportes de la psiquiatría para esta compleja condición están orientados al manejo de la comorbilidad. Debe incluir una combinación de terapia no farmacológica y farmacológica, psicoterapia, terapia de ejercicio. Mantener un tratamiento adecuado para los episodios depresivos, controlar la sintomatología ansiosa, llevar un buen tratamiento en TEPT. Las estrategias de autocontrol como el ejercicio, la actividad física regular y el manejo del estrés deben ser el tratamiento fundamental. La psicoeducación del paciente es una herramienta básica de tratamiento.
Dentro de las alternativas farmacológicas validadas encontramos anticonvulsivantes como la Gabapentina y la Pregabalina, los IRSN como la Duloxetina y el Milnacipran y los antidepresivos tricíclicos como la Amitriptilina.